Gracias a mi paso por una asignatura impartida por el gran Ángel Pérez Gómez en la universidad de Málaga y con la ayuda de su libro "Educarse en la era digital" he podido acercarme (entre otras muchas cosas) un poquito a la neurociencia y así explorar los grandes beneficios que las conclusiones que de ella se extraen aportan al mundo educativo.
En
mi opinión, es una gran aportación de optimismo y relevancia para la educación,
ya que le concede a esta un lugar esencial en el desarrollo de las personas en
todos sus ámbitos. Y es que, a través del estudio del cerebro humano, se han
descubierto tres grandes evidencias que nos desvelan su funcionamiento y nos
aportan las pistas necesarias para conseguir un mejor desarrollo del mismo:
Plasticidad
ilimitada del cerebro: se ha encontrado que las múltiples conexiones
neuronales que se generan no sólo al comienzo de la vida sino a lo largo de
toda esta, van consolidando ciertos circuitos a través de la repetición de las
mismas que son los que posibilitan los aprendizajes. Esto me ha parecido toda
una revolución, ya que termina con la creencia anterior de que cuando pasan los
años es imposible aprender ciertas cosas o que si se nos da mal algún área de
conocimientos es irremediable y no podemos mejorar demasiado en ella.
Toda mi vida he pensado que era muy mala en
matemáticas, sin más, de forma irrevocable (y así, sin sentimiento de
culpabilidad). Sin embargo, ahora descubro que esto no tiene por qué ser así y
que si me esforzara en crear una rutina de “pensamientos matemáticos” podría
mejorar considerablemente en esta área.
Recuerdo como aquel día salí de clase muy
sorprendida por la “noticia” y dediqué gran rato esa noche a analizar mi
relación con las matemáticas durante toda mi vida. Descubrí que, desde bastante
joven decidí que no eran lo mío y es algo que evito a toda costa. Un ejemplo
cotidiano de esto es el simple hecho de pagar una cuenta a medias con mi grupo
de amigos: siempre me apresuro en decir eso de “haz las cuentas tu, que se te
dan mejor” y ni siquiera intento calcular cuánto deberíamos pagar cada uno.
Ahora sé que sin saberlo estaba borrando mis circuitos neuronales, utilizando
el ejemplo puesto en clase: hace tiempo que dejé de pasar por el camino de
matemáticas de mi bosque particular y las hierbas se han ido apoderando de el,
haciéndolo ahora casi intransitable por algunas partes. Así de fuerte es el peso de las creencias.
La neurociencia, de esta forma, nos ofrece
la posibilidad de crear todos los caminos que queramos en nuestro bosque y, a
la vez, de dejar intransitables aquellos que ya no nos sirvan. Es decir, nos
confirma que somos capaces de aprender y desaprender.
Relevancia
del inconsciente: la neurociencia nos dice que no existe un conocimiento
objetivo (esto ya lo sabíamos o intuíamos antes), pero nos explica que el
conocimiento es adquirido a partir de las vivencias y experiencias y está
cargado de matices, cualidades afectivas, lagunas… que nos hace percibir,
interpretar, tomar decisiones y actuar de una cierta manera. Estas redes de
conocimientos constituyen hábitos, que influyen en nuestra manera de pensar y
actuar. La modificación de estos mapas requiere de nuevas prácticas y rutinas
de modo sistemático y repetitivo; sólo por conocerlos no podemos cambiarlos.
Así, vemos como en la escuela ordinaria no
se trabaja habitualmente estos conocimientos, ya que las cosas que hemos
aprendido a través de vivencias y experiencias no se modifican por estudiar
materias, si no que más bien se “crean nuevas carreteras” paralelas para
responder a las exigencias académicas, pero no modifican sus estructuras
previas; finalizan cuando se establece su “cambio” (el examen) y después se
desvanecen. Además, la escuela no se suele preocupar por hacer conscientes a
sus alumnos/as de sus mapas mentales, solo materias, por lo que no estamos
educando la personalidad y así el individuo continuará caminando por los mismos caminos (sean buenos o malos)
que ya tenían construidos antes de llegar.
Estos conocimientos o mapas mentales,
tienen más o menos relevancia en función de la peculiaridad emocional en la que
se han creado, lo que nos llega al siguiente descubrimiento importante de la
neurociencia:
La
primacía de las emociones: según los estudios, los estímulos externos
llegan en primer lugar a la amígdala, al hipotálamo, y esta envía una respuesta
antes incluso de que seamos conscientes de lo que está sucediendo. Este hecho
demuestra que no es posible separar cuerpo y mente, siendo el ser humano un ser
emocional que piensa.
Por otro lado, nos aclaran que las emociones
son inconscientes y los sentimientos consciente. Es la corteza cerebral la que
controla las emociones después pero si la red de “carreteras” o conexiones así
como los mecanismos van siempre en la misma dirección, crean un sentimiento o
estado de ánimo que puede ser negativo o positivo. De ahí que como maestros
debamos tener clara la interacción de estos elementos en la construcción de la
personalidad para ayudarlos a pasar de la personalidad heredada a la adquirida
y después a la elegida: debemos proporcionar vivencias, que atrapen
emocionalmente a nuestros alumnos/as. Es importante también dejarles aprender
con todo el cuerpo, usar los componentes sensitivos, algo que desde siempre se
ha venido recomendando para la etapa de infantil pero que pocas veces se lleva
a la práctica como debería.